martes, 10 de enero de 2017

Tirando del hilo 3



Continúa del relato anterior

Fingí que me enfadé contigo, lo fingí porque no quería herirte más, porque ya te había matado con esa flecha al corazón del ángel y ya daba igual, te había perdido, no quería más sangre y me dejaste allí a Mamen, plantada en mitad desea calle con salida al Mar, caminando hasta la avenida más cercana para coger el autobús, el N4, el mismo en el que te decía que quería tu polla antes de saber que dentro de mi estaba ese ser que quería sacar al animal que hay en ti, a Carmen  que quería cambiar a Pedro para siempre. 

No te lo voy a ocultar, esa noche al llegar a casa lloré desconsolada, pero llore por mí, lloré por Mamen, lloré porque con mi flecha, nos maté a los dos, mientras Carmen miraba paciente desde el rincón de mi cama esperando a que se agotase ese mar de lágrimas.  Es curioso cómo vivimos con más intensidad los duelos que nosotros mismos provocamos que aquellos que vienen dados por el desdén de otros. Me volví seria, reflexiva, se me borró la sonrisa mientras la piel mudaba lentamente a ese otro ser en el que me convertiría, dejaba rastros de mí y de ti por cada esquina, en cada libro que leía, en los recuerdos que guardaba, como esas escamas de serpiente que se acaban endureciendo al sol. 

Una mañana a la hora del desayuno mi hermana Magda me dijo que no sufriese más, que tú mi ángel eras un hijo de puta que no me merecía. Mira quien fue a hablar pensé yo, y al levantar mis ojos de la taza de café me volvió a la cabeza esas pierna larguiruchas refugiándose en las sombras mientras yo era follada por la polla dulce de Pedro, de ese ángel derribado por mis flechas. Eras tu verdad? Nos veías follar? Fue irracional, ahora que lo pienso parece que fue otra persona quien pronunció esa pregunta. Tu asentiste y te pegué un bofetón fuerte, el que te tenía guardado desde hacía tiempo, lo sabía , lo sabía , mala zorra,  y de paso mi mano se llevó mi taza y la tuya, otra vez el suelo echo una mierda con un fluido acuoso,y mi cara roja, esta vez de ira, y tu mirando, joder era como un deja vue, solo faltaba el ángel. Quieres saber lo que pasó? Y yo asentí. Siempre pensé que eras un poco zorra pero nunca sospeche la profundidad de tu pozo, el abismo de las aguas de tu deseo. Mi ángel, o mi lobo, te pilló una tarde en el salón masturbándote, yo estaba en la ducha, tú en el salón abierta de piernas triturándote el clítoris con tus dedos adolescentes obnubilada mientras mirabas la foto de papá, y Pedro,  quién coño le mandaría estar cotilleando por la casa a ese tonto, te vió, te pilló y se acercó por detrás, te dio que me lo diría a mí y tu sabias que yo se lo diría Mamá y ella no te perdonaría jamás esa suciedad tuya, y tu, mala zorra accediste a su chantaje, entendiste que el  cambio quería que saboreases la misma dulzura que yo bebía en mi dormitorio y allí, con tu cara apoyada en el brazo del sofá, tu peinado de cleopatra adolescente , pusiste la boca para el te la follase, despacio, a conciencia, entrando cada vez mas dentro, hasta que el semen resbaló por tu garganta mientras el agua resbalaba ingenua y feliz por mi piel.  Con su semen aun fresco en tu boca le dijiste que querías ver cómo me follaba, como me hacía daño, como me convertida en una puta, y el hijo de puta de mi ángel accedió y allí te plantaste en el pasillo viendo como me empotraba, viendo como me vendaba los ojos, viendo como me ataba las manos y con su cinturón me azotaba el culo hasta hacerme chillar antes de darme por el culo mientras me llamaba zorra,, viste como tu hermana Carmen luminosa, ingenua, impoluta sacaba a la ramera que lleva dentro, ala ramera en la que me estoy transformando. Magda, hermanita mía, te he odiado mientras me contabas esto, y ala vez mi coño se ha mojado.  Ya nunca sabré si alguna vez tuve a un ángel a mi lado, pero siempre me quedara el sabor dulce de su polla . Mama nos encontró a las dos ahí calladas en la mesa de la cocina mirándonos en silencio mientras decía hola niñitas, que hacéis, y tu sin apartar la vista de mi respondías, nada hablábamos de dulces… y su mirada se desvanecía  en ese charco de sentimientos derramados en el suelo de la cocina.

FIN 

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